DEVOCIÓN MATUTINA VESPERTINA

“SALMOS”

Narrado por: Joyce Vejar

Desde: Arizona, USA

Una cortesía de DR'Ministries y Canaan Seventh-Day Adventist Church

18 DE SEPTIEMBRE 

SALMO 27:13-14 

«Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes» (SAL. 27:13, RVR1960). 

Cuántas veces nos hemos sentido que desmayamos. Las circunstancias nos ahogan, sentimos la presión desde varios frentes. Pensamos que no nos recuperamos de alguna situación y sentimos que no podemos más. Es exactamente lo que aquí nos describe el salmista. 

David ha estado en la cueva, en el desierto, frente a guerreros más poderosos que él, incluso ha sido perseguido y ha tenido que huir por su vida. 

¿Qué hace que David no desmaye? David cree. 

Qué bueno que David no dijo: «Hubiera desmayado si no tuviera una cuenta de banco abultada o si no tuviera a mi amigo en tal posición». Tampoco apeló a la seguridad de un empleo ni a ninguna de las cosas en las que, por lo general, ponemos nuestra confianza. La confianza de David no está simplemente en un Dios poderoso, sino en un Dios bondadoso, en un Dios lleno de amor por Sus hijos que cuida, protege y a quienes da aliento. Las circunstancias tienen un discurso paralelo: Dios se olvidó de ti. Pero la fe dice: «Todavía he de ver la bondad del Señor».

El hombre o la mujer que pone su confianza en el Señor ha hecho el mejor depósito de su vida. No hay banco que pague más interés, no hay inversión que deje más ganancia, que depositar nuestra confianza en Dios. 

Pueden venir vientos y lluvia. Puede que haya aviso de tormenta y los vientos comiencen a soplar a nuestro alrededor. El que espera en el Señor está en lugar seguro. Está en el lugar correcto. No hay lugar más seguro que las manos amorosas de Cristo. Quien espera en el Señor no será defraudado. 

¿Qué hacemos mientras tanto? La espera nos desespera. Nos cuesta descansar y depositar nuestra confianza en el Señor. Sentimos que Él se demora en responder, en contestar nuestras oraciones, en ayudarnos en aquello por lo que clamamos. Pero Dios no se ha olvidado de ti. Esperar puede ser difícil, pero la espera que nos propone el salmo no es la típica espera que no hace nada. Es una espera activa, con propósito.

Nuestro Padre celestial no quiere que esta circunstancia pase sin infundir fe en nuestra alma. Cada momento de demora es una oportunidad para que confiemos en el carácter infalible de Dios y para que, en el proceso, Dios desarrolle el nuestro. 

El salmo dice: «Esfuérzate y aliéntese tu corazón». Nos llama a creer más, a confiar más, a buscar Su rostro con mayor pasión y a adorarle mientras esperamos. Debemos reconocer que nuestra primera batalla es la del corazón. Nuestro mayor dilema es si confiamos en Dios o no. 

Por eso, si me preguntas: ¿vale la pena esperar al Señor? Yo me uniría al salmista y te diría: «Sí, espera al Señor».